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4 de marzo de 2008

Bienvenidos a Antigüedad (y II)








Lo prometido es deuda. Los Jiménez Brothers, cargados con cámaras, grabadoras y ese sentimiento ineludible de quien se aventura hacia lo desconocido, hemos cruzado las llanuras castellanas BUSCANDO VER. Si Iker Jiménez nos mostró la cara oculta de este pueblo esculpido en la leyenda, nosotros hemos querido llegar más allá. Y tenemos que decir que el halo que rodea Antigüedad, en forma de luces que sobrevuelan los campanarios y de cánticos brotando de las paredes de sus ermitas, seguirá siendo indescifrable. No ha querido el caprichoso hado que fuéramos testigos del mito. Y sin embargo, este antiguo pueblo desconocido nos ha regalado muchas otras sorpresas y nuevos misterios.


Caía la noche cuando llegamos al pueblo. Las carreteras que rodean el enclave son sinuosas y solitarias, y en la oscuridad del atardecer, necesitamos recorrerlas una y otra vez hasta encontrar el desvío que abandona la carretera para adentrarse en el pequeño valle que conduce al promontorio sobre el que se alza, humilde y majestuosa, la no menos misteriosa ermita de Villella. La inclinación y humedad de la pendiente nos obligó a varar el coche a cien metros de la ermita. Después de asegurar las ruedas con piedras del camino, ascendimos el último trecho.

Imaginad el silencio y la oscuridad de aquel campo santo. A través de unas escaleras esculpidas en piedra, la ermita nos dió la bienvenida en silencio. Puesto que está cerrada al público, acampamos directamente bajo la fachada, cubiertos por el tejado de madera nueva que adorna el pórtico. Tras varias horas explorando el terreno, recorriendo las ruinas de la antiquísima iglesia sobre las que se erige la ermita, grabando bajo la mínima luz de un frontal en una noche sin luna, nos fuimos a dormir, bajo la presencia protectora de la virgen que adorna el campanario, mecidos bajo un cielo estrellado, cuyo silencio era penetrado de improviso por el canto tardío de una rapaz desde algun lugar del valle.



Pero fué por la mañana cuando sobrevino la sorpresa. Al salir de la tienda, y después de un rato desperezándonos, durante el que ninguno de los dos lo habíamos visto, encontramos algo que no debería estar ahí. Junto a la tienda, dejado con cuidado sobre la madera de un banco viejo situado junto a uno de los pilares de entrada, encontramos un pequeño bordón de paño, atado cuidadosamente con un lazo rojo. Al abrirlo, se nos iluminó la mirada. En su interior, dos pequeños talismanes, una estrella blanca nacarada de seis puntas, el sello de salomón, y un corazón púrpura gemado de cristales en su interior.

Ninguna nota, ninguna explicación. No hay nada en kilómetros a la redonda. Nadie sabía que estábamos allí. Y los amuletos no podían estar ahí al acostarnos porque aparecieron justo en el lugar dónde habíamos fijado la cámara para hacer las últimas fotos de la noche. Pero sea quien sea quien subió hasta allí en plena noche, para regalarnos estos símbolos de buena suerte, cargados seguro de buenas intenciones, sólo nos queda darle las gracias de corazón, pues quien actúa de esta manera sin pedir nada a cambio es un alma buena, y su acto, tan inesperado y misterioso como lleno de encanto, impregnó de buenas sensaciones el resto de nuestra experiencia allí.



Agradecidos por el gesto, con nuestros nuevos amuletos atados al pecho y a la cámara de fotos, dedicamos todo el día a visitar todos los pueblos circundantes, tan vacíos y silenciosos como Antiguedad, fotografiando y descubriendo sus ermitas, sus iglesias, sus gentes. Pórticos románicos, iglesias góticas, arcos ojivales, piedras milenarias, vírgenes misericordiosas llorando a Cristo en la cruz, cigueñas que ya no migran y deciden vivir para siempre sobre las atalayas de piedra de estas construcciones, donde antaño el espíritu impregnaba antiguas ceremonias, plegarias y favores, y donde las personas aún no habían olvidado que todos somos hijos de un mismo dios, sea cual sea su forma.

Por la noche, de regreso, nos detuvimos en la ermita de Garón. Está situada al otro lado de Antiguedad, y marca respecto a la de Villella una línea de fuerza telúrica que cruza todo el valle. Aquí el misterio nos asaltó. Nada más salir del coche, y sobre el foco de luz que los faros proyectaban sobre un esquinazo de la ermita, una extraña sombra trepó hasta lo alto y desapareció detrás del tejado del pórtico de entrada. Nos quedamos un momento en silencio, antes de preguntarnos mutuamente si habíamos visto eso. Y sí, los dos lo habíamos visto.

No pretendemos explicar que era, pero era grande, recorrió más de tres metros de fachada en menos de dos segundos y no hizo el mínimo ruido. Demasiado grande para ser un reptil. Demasiado silencioso y ágil para ser un mamífero. Demasiado, simplemente, para ser lo primero que vimos al llegar a la ermita.

Permanecimos allí buena parte de la noche, alumbrado por un fuego que nos calentó las manos y nos silenció por dentro. Bebiendo el célebre agua de sus dos fuentes mágicas. Con la osa mayor justo sobre nosotros, volvimos a la ermita de Villella, donde aún teníamos la tienda. Es difícil explicar lo que el silencio del bosque hace sentir al que duerme bajo el pórtico de una iglesia. Y la noche preñada de perlas estrelladas nos volvió a mecer de nuevo bajo su manto.


El segundo misterio de nuestra expedición fué el misterio del nacimiento y de la vida. Desayunando en el bar del pueblo, una joven nos invitó a que visitáramos su finca, donde el día antes acababa de nacer un potro, el primero en cincuenta años en el pueblo. Todo un acontecimiento.

Y bajo el sol del mediodia, ese que alumbra el rosetón de vidrial del extremo derecho de todas las ermitas, y agasajados con vino y chorizo de la zona, contemplamos a este pequeño ser recien llegado al mundo, escondido bajo la presencia imponente de su madre, que bufaba y amenazaba a todo el que se atrevía a acercarse demasiado a su bebé, que nos miraba extrañado e incapaz de comprender nuestra presencia allí.

No deja de ser un misterio mayor el hecho de que ninguno de los amables dueños supiera que la yegua estaba embarazada, y que el potrillo vino al mundo por sorpresa y sin previo aviso, para llenar de alegría y encanto a todos los que estábamos allí.

Buena suerte. Esa es la estrella que nos alumbró hasta el final del viaje, regalandonos una experiencia inolvidable en este pequeño y oculto lugar, lleno de buenas gentes, reservadas pero amables, donde los atardeceres tiñen el cielo de rojo y proyectan sombras fantasmales bajo sus árboles solitarios, y donde el mundo se para, en silencio, para que uno pueda recogerse en la paz de sus llanuras interminables y en el misterio de un lugar donde el tiempo no existe.

¿FIN?




GUÍA PRÁCTICA DE ANTIGÜEDAD.

(Pronto subiremos más vídeos)

Texto, fotografías y vídeos por Jiménez Brothers (más fotografías en www.sacalacamara.blogspot.com, más textos en www.pelotasdegoma.blogspot.com)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí. Muy buen trabajo. ¡A ver cuando hay más!

Anónimo dijo...

QUE MUNDO MAS MARAVILLOSO ESTE K NOS TOCA VIVIR.K MAGICO MUNDO LLENO DE MISTERIOS.
M ENCATO TU BLOG.
TE LEO.
MAGIA EN TU VIDA
MAYTE.DP

Anónimo dijo...

Reconforta saber que el mundo todavia depara sorpresas y momentos inolvidables para aquellos que no hacen de eso su razon de viajar

Anónimo dijo...

...aún recuerdo, mis buenos dias vividos en este magnifico pueblo.. con gente amable y a la vez misteriosa, y con grandes fiestas patronales, en las que todos los lugareños se unen en una sola persona, acojiendo tambien a los forastertos como yo.
saludos.